Con el aumento de la cantidad de transistores integrados en un
procesador, el consumo de energía se ha elevado a niveles en los cuales
la disipación calórica natural del mismo no es suficiente para mantener
temperaturas aceptables y que no se dañe el material semiconductor, de
manera que se hizo necesario el uso de mecanismos de enfriamiento
forzado, esto es, la utilización de disipadores de calor.
Entre ellos se encuentran los sistemas sencillos, tales como
disipadores metálicos, que aumentan el área de radiación, permitiendo
que la energía salga rápidamente del sistema. También los hay con
refrigeración líquida, por medio de circuitos cerrados.
En los procesadores más modernos se aplica en la parte superior del procesador, una lámina metálica denominada IHS que va a ser la superficie de contacto del disipador para mejorar la refrigeración uniforme del die y proteger las resistencias internas de posibles tomas de contacto al aplicar pasta térmica.
Varios modelos de procesadores, en especial, los Athlon XP, han sufrido
cortocircuitos debido a una incorrecta aplicación de la pasta térmica.
Para las prácticas de overclock extremo, se llegan a utilizar elementos químicos tales como hielo seco, y en casos más extremos, nitrógeno líquido, capaces de rondar temperaturas por debajo de los -190 grados Celsius y el helio líquido capaz de rondar temperaturas muy próximas al cero absoluto.
De esta manera se puede prácticamente hasta triplicar la frecuencia de
reloj de referencia de un procesador de silicio. El límite físico del
silicio es de 10 GHz, mientras que el de otros materiales como el grafeno puede llegar a 1 THz
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